Monday, February 01, 2010

Ruta Kosher

Domingo 08:30, LAN

Después de un misterioso upgrade a business me pregunto si la comida kosher es la misma que la de economy. Gracias a Dios no tengo mucho tiempo para pensarlo ya que la joven y atenta tripulante pone, ceremoniosamente, un mantel sobre mi mesita Premium Business. Después me entrega la caja, con una actitud mucho más amable de la que tienen las adolescentes tripulantes de ruta doméstica cuando entregan las insanas cajas de maní con brownie.

La comida es de Shem Tov Kosher (i.e., Ernesto, véase "El Barrio Prometido", revista Paula de hace un mes). Lo primero que llama la atención es la caja. Sus colores brillantes me hacen pensar que quizás esté diseñada para ser encontrada rápidamente en caso de un accidente aéreo (como los chalecos salvavidas, las balsas inflables y las cajas negras). Lo segundo que llama la atención son los motivos "judaicos" de la caja, que me hacen pensar en un díptico de Yad Vashem. Los materiales son bastante ecológicos, dominando el cartón y el resto envuelto en plástico.
Al interior se impone la cantidad y las calorías sobre la houte cuisine. Un correcto sandwich con salmón, un maní salado que aporta las grasas necesarias, un pote de fruta notable. Un queque más bien seco, pero entiendo que la manera indicada de comerlo es vertiendo encima el pote de fruta en conserva. También había una barra de cereal Natural Valley que le daba el toque gringo (claro que la barrita es hecha en Argentina).
En resumen, bastante comida, rica y con suficientes calorías como para soportar un vuelo de Santiago a Marte.

Domingo, 14:00, Sao Paulo
Me acabo de dar cuenta de que si mi vuelo a Sao Paulo llegó a las 12:50 y mi vuelo a Madrid sale a las 18:00 nadie se preocupará de darme almuerzo. Recorro el terminal en búsqueda de comida. Me conformo con una guaraná light y un chocolate.

Domingo, 16:00, Sao Paulo
El hambre vuelve. Intento satisfacerlo con nicotina pero no hay donde fumar. Veo "Lost" y me da envidia toda la comida "Dharma".

Domingo, 18:30, Iberia
Al fin parte el avión y no puedo aguantar más a que llegue la comida. Al rato se acerca una tripulante de Iberia que debe haber comenzado su carrera con los hermanos Wright o al menos en un Zeppelin. "Si es vieja mínimo que sea simpática" pensé... craso error, era tan vieja como era pesada. Me pregunta si acaso soy yo el de la comida kosher. Miro alrededor para ver si le puedo echar la culpa a otro pasajero, pero ninguno de los fornidos brasileros y las escotadas brasileras parecen caer en el perfil del kosher-traveller. Le digo a la octogenaria que sí, yo soy el de la comida kosher. Llego a la conclusión que así empezó la inquisición.

En definitiva la comida me la trae otra tripulante, mucho más amable. Esta comida no venía en caja si no que una bandeja envuelta en plástico. Pero no cualquier plástico, si no que un polímero especialmente desarrollado para la industria kosher que es virtualmente indestructible. Mi comida atrapada adentro del plástico y yo muerto de hambre. Después de un breve forcejeo abrí una apertura "como una aguja" y ustedes conocen el resto. Al interior, más plástico. Una fuente de aluminio envuelta en plástico. Dos sets de cubiertos (de plástico) envueltos en plástico. Un envase de aluminio con el plato caliente. Mientras desenvolvía el plato caliente pensaba en la huella de carbono de mi comida kosher, pero mis pensamientos ecológicos fueron interrumpidos violentamente por el plato caliente perforando mi dedo gordo. Sangre. Mucha. Me corté con al menos una de las tres capas de aluminio. Suspiro. Miro alrededor y veo mucho jamón serrano (y lo que más me atrae es que no viene envuelto en materiales indestructibles o peligrosos). Me duele el dedo.

Pero volvamos a la comida. El plato dice carne con arroz, pero venía tan poca carne que podría haber sido un plato lácteo. Recojo el arroz que se cayó fuera del plato durante mi accidente. Queda algo rojo, por mi dedo sangrante. Pruebo el arroz del plato. Algo seco. Pruebo el que quedó con sangre. Algo mejor. Reflexiono sobre si la prohibición de comer sangre también se aplica sobre la sangre propia.

Después unos tallarines con atún, razonables. Un queque bastante decente. Unas galletas que no me iba a comer. Pensaba en los carbohidratos que había consumido y que seguramente eran suficientes para llegar a Madrir trotando. De pronto abro el postre de chocolate. Lo pruebo y me corren las lágrimas. Adiós tirano-azafata, adiós envases de plástico, adiós huella de carbono, adiós dedo con sangre. El postre de chocolate era maravilloso. Buena textura, buen color, un sabor impresionante. Además el aumento del azúcar en mi sangre hizo coagular mi dedo instantáneamente y me llevó a un trance glicémico que me hizo olvidar todo lo demás. Miro alrededor y veo a todos comiendo fruta. No saben lo que se están perdiendo. Pienso en Rav Dichi (el que certificó la comida). Donde quiera que esté, gracias totales.